miércoles, 14 de noviembre de 2012

Historia de algunos paisajes.

Decía Ortega y Gasset que “Un paisaje sin historia apenas es un paisaje. Para que lo sea plenamente es necesario que sobre el paisaje natural haya tendido su abono la historia y sobre esta capa que humaniza el paisaje hayan caido como cultivo nuestras meditaciones. Hay que moralizar el paisaje entretejiendo en su urdimbre nuestras almas”.
Nosotros estamos de acuerdo con Ortega pero además añadimos que del mismo modo que un paisaje necesita historia para “ser” tambien una historia necesita un paisaje para “ser”. Un paisaje en el que se desarrolla esa historia, ese relato. Nadie puede imaginarse el Quijote teniendo sus andanzas en una selva, o a los peregrinos de “Los cuentos de Canterbury” en un paisaje desértico. Cada historia tiene en nuestra memoria un paisaje definido, cierto, inequívoco, que a la vez da sentido al relato. A Don Quijote no se le puede disociar de La Mancha, ni a los personajes de los cuentos de Canterbury del paisaje verde y ondulado del condado de Kent. En el Cantar del Mio Cid nos imaginamos los caminos y pueblos de Burgos y Soria, con el arcipreste de Hita nos trasladamos a la sierra de Guadarrama, y así con cualquier personaje literario. Cada historia tiene su paisaje, y es eso lo que nos atrae a revivir el relato cuando nos encontramos por esos parajes que se describen, que de alguna forma detentan cierta energía por quién por allí paso y los describió.  ¿Habéis tenido esa sensación alguna vez en algún sitio?

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